Desde que empecé
este último curso, pensaba en el día de mi graduación. Me hacía bastante
ilusión, sobre todo por mi familia. Sé que para mis padres esto es muy
importante y oí a mi padre decir que el día de la graduación de mi hermana fue
uno de los más felices de su vida, así que quería que la mía también lo fuese para
él. Sé que el simple hecho de que la tuviese era suficiente, pero aún así yo
quería que fuese perfecta. Cada vez que un amigo se enteraba que estaba dentro
de la organización me decía “Pero ¿cómo te metes en esto?" Y eso me
preguntaba yo a veces, pero la razón era esa, quería que fuese perfecta
para mis compañeros, para mi familia, para mí. Llamadme soñadora si
queréis.
Tuvimos muchísimos
problemas a la hora de organizar las dos graduaciones; la primera promoción de
Grado y la última de Licenciatura. Además, al principio no me sentía cómoda con
las integrantes de la organización y todo esto hizo que fuese perdiendo la
ilusión por aquel día. Y eso que yo no fui de las que más responsabilidad tuvo,
no sé cómo pudieron aguantarlo ellas. La semana previa fue el horror y lo único
que quería era que pasase ese día para olvidarme de todo. Ya era una
carga.
Y llegó el día, el 22 de junio de 2013.
Empezó mal gracias a la peluquera que tardó 50 minutos en hacerme un peinado
que una chica en youtube se hace en 3, y que encima a ella le quedó mejor. Me
cobró un pastizal por la mierda que me hizo, por suerte para ella
tenía mucha prisa y no monté un pollo. En mi casa me estaba esperando mi
familia, y A. que vendría a echarme una mano ese día y sería
azafata en la graduación.