22 dic 2011

Día 4. Qué cansada está...


*En capítulos anteriores....
Reencuentros
Paseo por Amsterdam
Barrio Rojo y Coffeshop
Cena en el italiano
Sonambulismo de Carlos

Como ya os contaba en la entrada anterior, Carlos madrugaba para ir a una clase que tenía... yo me quedé en la cama hasta que fueron las 10 y me levanté, desayuné, me duché recogí y repasando una y otra vez todo lo que llevaba y debía llevar (las llaves, muy importante) fui a la aventura sola por Amsterdam. No recuerdo a qué hora saldría Carlos y me encontraría con él pero era para la comida, así que tenía unas 3 horas para pasear tranquilamente y visitar zonas importantes de la ciudad. Estaba acojonada. Yo, sola, en una ciudad que no conocía, y una ciudad como Amsterdam en la que puedes morir atropellado por; tranvía, coches, motos y bicicletas... y con lo despistada que soy, ¡memía! Pero es evidente que sobreviví.

 Era la primera vez que hacía algo así, sobre todo el hecho de poder hacer lo que quisiese, en el tiempo que quisiese. Normalmente cuando vas de turismo te fijas unos objetivos que ver al día y tal... yo no, nada... tenía mi libertad y un mapa. Que esa es otra, mi sentido de la orientación es ojete puro, y tenía mucho miedo de perderme. Pero que si lo hacía, tendría tiempo para volver o ya me encontraría Carlos. No sé, estaba ilusionada con el plan.

Salí de casa, para coger el bus que me llevase a la estación central, y de ahí a visitar los monumentos que más grandes estaban en el mapa. No recuerdo el nombre de ninguno. Mi primer objetivo era llegar a una cúpula muy grande y llegué sin problemas, ese fue mi éxito y de ahí sólo podía ir hacia arriba porque resultaba que sabía interpretar un mapa. Estaba maravillada con los canales, puentes, y el paisaje otoñal de la ciudad. Hice millones de fotos, y a mi ritmo... lo que pasa es que quería salir en alguna ¡claaaaaaaro! y como la vena choni de autofotos no lo llevo muy bien, me encontré con un grupo de españoles así que no tuve problemas en pedírselo. La cosa era que como siempre que le pides una foto a alguien, te saca a ti, medio suelo y corta el monumento o no sale. No sé cómo coño lo hacen para sacar una foto tan descuadrada y tan mala. Lo bueno de que fuesen españoles es que antes de que me hiciesen la foto les explicaba cómo la quería, que saliese esto, yo a tal sitio... Eran majos, y allá donde fuese me los encontraba así que cuando me veían ya sin pedirles foto se acercaban a hacérmela. Pero llegó un momento en el que cada uno siguió su camino y ya tuve que empezar a pedirles fotos a turistas como yo. Le pedí a un matrimonio inglés que me hiciesen una foto en una calle llena de casitas con escaleras y tal... el señor tardó media hora para al final no hacer la foto, le expliqué que tenía que darle más fuerte al botón y me puse en posición. Empezó a probar encuadres, que si a lo alto, que si a lo ancho, la mujer discutiendo con él sobre cómo salía mejor... yo les miraba atónita. Al fina sí me hizo la foto pero no como yo quería, DABA IGUAL con mi super sonrisa les dije que me encantaba y les di las gracias. En cambio, a una china/japonesa/koreana sabía que no tendría que decirle nada y me hizo una foto estupenda en un canal.

Pasé por delante de la casa de Ana Frank sin saberlo ¿cómo no pude darme cuenta? Ya no sólo porque hay un pequeño cartel que te lo indica, sino por la cantidad de gente haciendo cola... el caso es que no me di cuenta y estuve media hora buscándola. Y me daba igual, ehh... porque la zona en la que está y las calles de alrededor son preciosas. No quiero olvidarme de cuando estuve en la plaza esta donde está el Madame Tussauds y había un hombre disfrazado MUY BIEN de Freddy Krueger haciéndose fotos con la gente y yo hice una foto al museo desde lo lejos sin darme cuenta de que le hacía una foto a él también. Yo estaba concentradísima y ni me había percatado de que estaba allí, pues al bajar la cámara y mirar al frente le vi mirándome. Casi me da un marichalazo. Me tuve que sentar. Qué hijo de puta.

Ya me llamó Carlos y quedamos para comer. Me pillaba de camino a visitar una mezquita y cuando llegó ya fuimos juntos. Era una mezquita convertida en una peluquería. Mega fan de los holandeses que convierten mezquitas en salones de belleza e iglesias en discotecas. Nos comimos un kebab al lado de unos mendigos en una plaza donde había una catedral muy bonica. Carlos se manchó los pantalones, me parece  un dato importante. Ya con un conocedor de la ciudad como Carlos no tenía nada que temer y me enseñó unos edificios okupas pintados muy originales. Fuimos a una universidad y me gustó esa mezcla "antiguo- moderno" de los edificios para hombres y mujeres. Nos tomamos unas cervezas en la cafetería, música de fondo y conversación profunda. Gente, no tiene absolutamente nada que ver con nuestras cafeterías, y con la de la facultad de psicología de Somosaguas menos. Y con esa calidad de cafeterías no había nadie, los estudiantes estaban en clase teniendo un billar... UN BILLAR. Pero no podemos compararnos con los holandeses, claro que no.

Después fuimos a dar una vuelta y volvimos al Barrio Rojo donde encontramos la calle más estrecha del mundo. Y vimos una estatua dedicada a la prostitución en frente de una iglesia. Y una teta de cobre en el suelo. Como son, maemía... Esto creo que ya lo he dicho, pero los canales de noche son preciosas con las luces reflejándose en el agua. Qué maravilla, y además nos hizo buen tiempo. Volvimos andando hasta la residencia comprando antes unas cosas en el Albert Heijn (cada vez que quiero escribir este nombre tengo que mirarlo en el pompero que compré el primer día). Al llegar a casa, Carlos se dispuso a hacer la cena. Hizo pollo con una salsa de coca-cola que está bue-ní-si-ma. Qué cenaca, mientras estábamos viendo las noticias de TVE por el portátil. Bueno, los que conocéis a Carlos os podéis imaginar las risas que me eché, y los que no lo conocéis nunca lo podréis saber porque es único. Es rápido, es ágil, directo, tiene respuestas para todo, comentarios para todo e incluso viendo un telediario te puedes MEAR de la risa. Él es la única persona que ha conseguido que me mee de la risa en DOS ocasiones (pero mear de verdad, muy embarazoso todo). Como no, contado pierde... pero era el día de Todos los Santos y estaban haciendo un reportaje de la gente que iba al cementerio a dejar flores o limpiar tumbas, entonces aparece una señora mayor muy afligida diciendo que "son muchos ya a los que ha enterrado" y Carlos que estaba haciendo otra cosa me dijo: Mírala, qué cansada está de limpiar lápidas. Pues yo jajaaaaa y venga jajaaaaa... y cosas así.

Y nada, a recoger todo y a dormir, que al día siguiente sería mi última día en Amsterdam y queríamos un parque por la mañana y dar una vuelta de despedida.



En el próximo capítulo
Paseo por el parque
Despedida
Llegada al aeropuero
Esperar asiento
Llegada



















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